Por María Migliore
Directora de Integración socio-productiva en Fundar, ex-ministra de Desarrollo Humano (CABA) y asesora en IDEA
Con el fin de comprender la compleja situación en la que nos encontramos, me propongo acá hacer una radiografía de la pobreza actual en nuestro país, para al final plantear líneas de política social que puedan acompañar a las personas en este momento de estabilización macroeconómica.
La pobreza hoy, cerca del piso máximo de este siglo: 19,5 millones de personas son pobres y 5,4 millones indigentes. En el periodo entre 2017 -año con el nivel mínimo de pobreza de los últimos 20 años- y 2023, la pobreza aumentó 15 puntos y se acerca a los picos históricos de inicios de este siglo. En el segundo semestre de 2023, la brecha de la pobreza, es decir, la distancia entre los ingresos de las familias pobres y la Canasta Básica Total, aumentó un 39,2% respecto al segundo semestre del 2022.
Los más pobres son los más chicos: El dato más alarmante es que casi 6 de cada 10 chicos viven y crecen en condiciones pobres (58,4%). Esta es la realidad que de manera más urgente tenemos que revertir.
Mientras más al Norte, más pobre: Manteniendo una tendencia histórica, las provincias del norte registran mayores niveles de pobreza e indigencia. A medida que descendemos en el mapa, también lo hace la pobreza: NEA, 48,4%; NOA, 45,6%, Cuyo, 44%, Centro, 40,4% (CABA, 41%); Patagonia, 36,5%. De igual manera se comporta la indigencia.
Más allá de los ingresos: la pobreza estructural también es persistente. Mirar la pobreza sólo en términos de ingresos es mirarlo con lentes incompletos. La pobreza estructural es una problemática central. En este sentido, en Argentina existen barreras altas para romper con la pobreza estructural, entre las que se destacan la falta de accesos a servicios básicos como agua corriente, gas de red y cloacas, y el hecho de que en las familias pobres el clima educativo -medido como la cantidad de años de escolaridad de las personas mayores de 18 años del hogar-, sea en más de un 60% bajo (entre 7 y 11 años) o muy bajo (menos de 7 años), mientras que para las familias no pobres es menos del 30%. En este sentido, un asunto central a abordar es reducir la brecha entre las personas de mayores y menores ingresos respecto a la cantidad de años de educación formal, trabajando para que la escuela vuelva a ser el factor clave de la movilidad social ascendente.
Uno de cada dos trabajadores informales son pobres: En los últimos 10 años, el empleo asalariado en el sector privado se encuentra estancado, mientras que creció el cuentapropismo y el empleo público. A su vez, la informalidad, también creciente, supera a los niveles previos a la pandemia. El dato central es que casi el 50% de los trabajadores informales son pobres.
Y entonces, ¿qué política social necesitamos en esta situación?
Argentina debe transitar un proceso de estabilización macroeconómica y ordenamiento fiscal, eso es indispensable. Sin embargo, con esto solo no alcanza. Es necesario, para acompañar los esfuerzos que está haciendo la sociedad argentina, una política social que aborde los puntos principales de este diagnóstico, y logre romper la inercia actual en la cual Argentina, en términos sociales, invierte mucho y no tiene mejores resultados de bienestar. Para eso, la política social debería trabajar en tres líneas estructurales:
Fortalecer la cobertura a los chicos, focalizando en las transferencias directas (AUH y Tarjeta Alimentar) y mejorando su diseño, ya que éste es el mejor mecanismo para acompañar a las familias: llega a la población objetivo, de manera directa, dándole libertad a las personas.
Avanzar en la integración sociourbana, la herramienta más eficaz y probada para abordar la pobreza estructural, llevando adelante una inversión en infraestructura -acceso a servicios básicos, salud, educación-, que cree condiciones para el desarrollo de las personas y potencie las redes comunitarias que fomentan el desarrollo y prevención.
Integrar a los trabajadores informales, trabajando en las trayectorias educativas y en la formación para el empleo -sobre todo en el segmento más joven-, y creando herramientas jurídicas, financieras y comerciales para los emprendimientos de la base de la pirámide.
Cada una de estas líneas es indispensable. Y existen personas en Argentina, de distintas trayectorias y espacios políticos capaces de ayudar a construir las soluciones. Sin caer en lugares comunes, es necesario poder avanzar desde todos los sectores, en construir herramientas concretas que permitan avanzar en esta dirección.